Después de las dos primeras partidas el panorama no era de lo más alentador para el aspirante. Había perdido la primera partida y en la segunda había sufrido un poco para conseguir el empate. Se presentaba, pues, a la tercera partida con inferioridad en el marcador y con un juego poco ilusionante. El largo camino que tenían que pasar los aspirantes hasta llegar al match final suponía por una parte un buen entrenamiento (el campeón se limitaba a esperar durante tres años en su trono) pero por otra un considerable desgaste.
Cuenta Petrosian que cuando Botvinnik vio las tranquilas evoluciones de la tercera partida se mostró muy sorprendido. Anteriormente, tanto Smyslov como Tahl al perder la primera partida habían intentado arriesgar y buscar el empate por todos los medios. Por el contrario, Petrosian consideraba que en un match tan largo un punto no era ni mucho menos una ventaja decisiva.
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